27 dic 2006

Método para degollar el silencio


La neblina de la habitación, desgraciadamente no proviene de ninguno de nuestros cuerpos, es sólo el cielo que se nos ha interpuesto en la mitad, y no nos quiere dejar besar.
La marea de las palpitaciones irreconciliables del corazón y las auroras perdidas de los años angustiosos, se descalabran por estar una encima de otra, por prevalecer, por sobrevivir. Y la carretera no te deja pensar en cada ventana que te mira, en cada rostro fuera de si que se envuelve en la revolución de amar, cada kilómetro representa los segundos tan inmortales, tan eternos.

El estupefacto silencio me desespera y con la tijereta púrpura, el narcótico y sinfónico caballero de la noche, destruye cada espacio inmóvil, ahorca los instantes, y aprieta el botón del océano que se derrama y nos ahoga, pero antes de morir asfixiados de hidratación, estamos tan empapados que el calor es nulo y el frío no posee, por que tiene envidia.

El carro se desborda y el pasajero de la izquierda, siempre el de la izquierda llega al mar, el derecho muere. Y en la ciudad abundan los malos perfumes, pero nada opacará la mierda en sus pieles manchadas de anocheceres insensatos, de amaneceres no vistos, de milagros ignorados y menospreciados.

Reventar las ropas no sería suficiente, sólo colapsar los silencios abruptos de los agujeros negros de tu cuerpo me harían recapacitar y ponerte una sábana, para beber café y ponerte los lentes sobre la nariz para que me veas bien antes de morir, pero es rebelde y no es americana mi piel, y necesita un aventón al infierno, si es necesario, los pies me llevarán a destruir el alcatraz imperdonable de la moda en ti.

Alguien apaga el clóset, entro en el cielo y me escondo del león grisáceo que nos acecha, el salvaje abre mi guarida me abraza y corre hasta la ventana y grita ebrio una sinfonía, para que alguien la interprete, entonces tu le besas y yo siento a fumar.
Intentamos pensar un poco, pero en resumidas cuentas, lo más sensato fue incendiar las paredes con nuestras manos, y reconocer que el polvo de la civilización nos asfixia las gargantas, inevitablemente, de ahora en adelante, quiero compartir mi oxígeno, fogón es la ausencia y yo estoy que me prendo pero no me voy a morir quemado, sino es por ti.

Método para degollar el silencio:

Todo el preámbulo es esencial, pero cuando se ha lanzado el dado no hay mas remedio que dejarse aplastar hasta que salga el tres sobre la blanca cara pálida del cubo del destino que tiene 6 caras, 5 malditas y otra no tanto, lo ideal sería lanzar una bengala al cielo cuando el cubo no pare de girar sobre una esquina.

Romper las alas de papel, esa es la solución.

Abrazar las brasas por un corazón, amar, matar, traición.

Balbucear las sinfonías de la entrañable memoria con un silbido, eso hiere el silencio.

Los besos son herejes de la religión suicida de las pausas en el caos.

El lazo más adecuado para ahorcar el silencio, son tus manos, pero limpias, sin sangres, para que no quede evidencia en ninguna tonada.

La mejor manera de convulsionar un silencio, es callar.

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